jueves, 5 de enero de 2017

Acercándonos al hinduísmo

Elegimos quedarnos hasta el 5 de enero en Udaipur. Teníamos que buscar actividades para hacer en la ciudad, o alrededor, por lo que nos acercamos a una agencia para consultar sobre el tour típico, el Templo de Ranakpur y el Fuerte de Kumbhalgarh.
En la agencia conocimos a un matrimonio de españoles, de Valencia, Mariano y Piedad. Conversamos bastante con ellos ahí en la agencia y la charla siguió en un restaurant donde nos juntamos a cenar. Disfrutar de diálogos que fluyen es una de las mejores cosas de viajar.
Resultó que nuestro plan de visitar el Templo de Ranakpur se quedó truncado porque el precio era demasiado alto para sólo nosotros dos y preferimos esperar al menos al otro día por si llegaban dos turistas más con quienes pudiésemos compartir el auto del tour. Lo que si sacamos en limpio fue un día de visitas a dos templos alejados de la ciudad, uno a 30km y el otro a 50km, a dónde podíamos ir en bus público, tal cual nos explicaron los españoles.

Asi fue que al otro día nos fuimos en tuc tuc hasta la estación de buses y ahí entre gritos localizamos el que iba a Eklingji. Uno se sube y se sienta y al ratito aparece un hombre con una maquinita tipo posnet y te cobra el boleto, el mismo hombre que se baja en las estaciones y grita los destinos a los que va el bus en busca de más pasajeros. Media hora de viaje y llegamos a Eklingji, a la puerta de un templo. La verdad no sabíamos con qué nos íbamos a encontrar. Ni bien entramos nos sacamos los zapatos y los dejamos en un costadito casi entremezclados con unos 500 pares más.. y nos pusimos en una fila, una de mujeres, otra de hombres. Estábamos ahí a la espera de que se abra el templo, al parecer llegamos justo para el inicio de la ceremonia. Lo que paso a las 10:30 en punto fue que empezamos a entrar y siguiendo un recorrido  bien delimitado, subimos unas escaleras y pasábamos caminando por enfrente de uno de sus dioses más adorados. Para nosotros una estatua negra con ojos blancos que te miraban fijamente. Adoración ante este dios y todos intentando verlo más, un segundo más, no querían avanzar, gente que ordenaba la situación (seguridad) los empujaba para que avanzaran. Una devoción difícil de contar, hay que vivirlo y ser parte del momento. Así pasamos por el primer templo que hay que decir está muy lindo, con torres completamente talladas y figuras hinduistas por todas partes.

Salimos del templo y nos encaminábamos a la segunda parada Nathwada, allí teníamos que llegar a tiempo también para la ceremonia. El colectivo paso a la hora exacta y en media hora llegamos.  Acá nos pasó algo curioso. Notamos que en el bus había demasiada policía y al ratito nos dimos cuenta que tres pasajeros iban esposados a los asientos del bus. Entendemos que se trataría de un traslado y quizás por falta de presupuesto lo hacían en el bus público. Por lo menos esa fue la historia que nos armamos nosotros.

En fin llegamos a nuestro segundo templo, era un pueblo y no se veía templo alguno. Nadie hablaba inglés así que nos limitamos a decir “Temple?” “Temple?” y nos señalaban con la mano en una dirección. Caminamos unos 20 minutos y llegamos a un mercado ahí apareció una chica que se acercó a preguntarnos de dónde éramos, hablaba inglés y con ella llegamos al templo. Dejamos los zapatos en el lugar indicado, elegimos el casillero 79, aunque están abiertos, pero vale para recordar donde quedaron. También nos hicieron guardar los celulares, algo que no nos había pasado en otro templo. Así, despojados, entramos. Acá parecía un poco más desordenado hasta llegar a un salón donde estaban todos, y al frente de todos el mismo dios, en una estatua un poco más grande, pero de color negro y con unos ojos blancos saltones que te miraban fijamente. Nos dijeron que a ese dios se le pide dinero, y nunca está de más así que le pedimos también. Mujeres y hombres estaban en sectores diferentes. A Diego lo agarró un policía, a mi una mujer policía y a los dos nos llevaron al centro de la sala y nos indicaban que recemos mirando al dios. Fue muy graciosa la situación, todo a los empujones y a las apuradas. Como si les causara gracia vernos ahí y ellos también se divertían con nosotros. Todos con sus brazos en alto y rezando, hasta que las puertas que rodeaban al dios se cerraron, bastó para que gritaran y abuchearan porque no podían ver más al Dios. Las puertas se volvieron a abrir y la fiesta se volvió a encender. Nosotros seguíamos ahí, en el medio de toda la gente, mirándonos entre nosotros cada tanto y siguiendo los movimientos de los fieles. Esta historieta de te cierro y te abro la puerta sucedió tres veces. Hasta que luego de la tercera automáticamente todos empezaron a salir. Los únicos que no sabíamos como era esa movida éramos nosotros, claramente. Y sucede que todo esto lo hacen 4 veces por día.  El templo abre y cierra a determinada hora para que puedan ver al dios. La gente entra lo ve y tiene que salir. A esperar a la próxima hora en que se vuelvan a abrir las puertas.


Salimos del templo y se viene el momento del día. El casillero 79 sólo tenía las zapatillas de Diego, las mías no estaban. A nadie más le faltó su calzado y todos se mostraban excesivamente sorprendidos de que mi calzado no estuviese. Me llevaban a revisar toda montaña de zapatos que había alrededor, tenían que estar decían, pero no estaban.  Fue extraño la verdad pero nos acercamos el mercado y compramos unas ojotas para poder volver al hotel. Muchos se acercaron a ayudar y hasta me querían dar plata para comprar calzado nuevo. No entendían porque yo me angustiaba, porque claro que me dio cierta bronca, y me hacían un gesto con su mano como diciendo “déjalo ir”… Y justamente eso es algo que me plantié aprender en este viaje desde un principio, dejar ir, soltar, y seguir adelante.

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