Elegimos
quedarnos hasta el 5 de enero en Udaipur. Teníamos que buscar actividades para
hacer en la ciudad, o alrededor, por lo que nos acercamos a una agencia para
consultar sobre el tour típico, el Templo de Ranakpur y el Fuerte de Kumbhalgarh.
En la agencia
conocimos a un matrimonio de españoles, de Valencia, Mariano y Piedad.
Conversamos bastante con ellos ahí en la agencia y la charla siguió en un
restaurant donde nos juntamos a cenar. Disfrutar de diálogos que fluyen es una
de las mejores cosas de viajar.
Resultó que
nuestro plan de visitar el Templo de Ranakpur se quedó truncado porque el
precio era demasiado alto para sólo nosotros dos y preferimos esperar al menos
al otro día por si llegaban dos turistas más con quienes pudiésemos compartir
el auto del tour. Lo que si sacamos en limpio fue un día de visitas a dos
templos alejados de la ciudad, uno a 30km y el otro a 50km, a dónde podíamos ir
en bus público, tal cual nos explicaron los españoles.
Asi fue que al
otro día nos fuimos en tuc tuc hasta la estación de buses y ahí entre gritos
localizamos el que iba a Eklingji. Uno se sube y se sienta y al ratito aparece
un hombre con una maquinita tipo posnet y te cobra el boleto, el mismo hombre
que se baja en las estaciones y grita los destinos a los que va el bus en busca
de más pasajeros. Media hora de viaje y llegamos a Eklingji, a la puerta de un
templo. La verdad no sabíamos con qué nos íbamos a encontrar. Ni bien entramos
nos sacamos los zapatos y los dejamos en un costadito casi entremezclados con
unos 500 pares más.. y nos pusimos en una fila, una de mujeres, otra de
hombres. Estábamos ahí a la espera de que se abra el templo, al parecer
llegamos justo para el inicio de la ceremonia. Lo que paso a las 10:30 en punto
fue que empezamos a entrar y siguiendo un recorrido bien delimitado, subimos unas escaleras y
pasábamos caminando por enfrente de uno de sus dioses más adorados. Para
nosotros una estatua negra con ojos blancos que te miraban fijamente. Adoración
ante este dios y todos intentando verlo más, un segundo más, no querían
avanzar, gente que ordenaba la situación (seguridad) los empujaba para que
avanzaran. Una devoción difícil de contar, hay que vivirlo y ser parte del
momento. Así pasamos por el primer templo que hay que decir está muy lindo, con
torres completamente talladas y figuras hinduistas por todas partes.
Salimos del
templo y nos encaminábamos a la segunda parada Nathwada, allí teníamos que
llegar a tiempo también para la ceremonia. El colectivo paso a la hora exacta y
en media hora llegamos. Acá nos pasó
algo curioso. Notamos que en el bus había demasiada policía y al ratito nos
dimos cuenta que tres pasajeros iban esposados a los asientos del bus.
Entendemos que se trataría de un traslado y quizás por falta de presupuesto lo
hacían en el bus público. Por lo menos esa fue la historia que nos armamos
nosotros.
En fin llegamos a
nuestro segundo templo, era un pueblo y no se veía templo alguno. Nadie hablaba
inglés así que nos limitamos a decir “Temple?” “Temple?” y nos señalaban con la
mano en una dirección. Caminamos unos 20 minutos y llegamos a un mercado ahí
apareció una chica que se acercó a preguntarnos de dónde éramos, hablaba inglés
y con ella llegamos al templo. Dejamos los zapatos en el lugar indicado,
elegimos el casillero 79, aunque están abiertos, pero vale para recordar donde
quedaron. También nos hicieron guardar los celulares, algo que no nos había
pasado en otro templo. Así, despojados, entramos. Acá parecía un poco más desordenado
hasta llegar a un salón donde estaban todos, y al frente de todos el mismo
dios, en una estatua un poco más grande, pero de color negro y con unos ojos
blancos saltones que te miraban fijamente. Nos dijeron que a ese dios se le
pide dinero, y nunca está de más así que le pedimos también. Mujeres y hombres
estaban en sectores diferentes. A Diego lo agarró un policía, a mi una mujer policía
y a los dos nos llevaron al centro de la sala y nos indicaban que recemos
mirando al dios. Fue muy graciosa la situación, todo a los empujones y a las
apuradas. Como si les causara gracia vernos ahí y ellos también se divertían
con nosotros. Todos con sus brazos en alto y rezando, hasta que las puertas que
rodeaban al dios se cerraron, bastó para que gritaran y abuchearan porque no
podían ver más al Dios. Las puertas se volvieron a abrir y la fiesta se volvió
a encender. Nosotros seguíamos ahí, en el medio de toda la gente, mirándonos
entre nosotros cada tanto y siguiendo los movimientos de los fieles. Esta
historieta de te cierro y te abro la puerta sucedió tres veces. Hasta que luego
de la tercera automáticamente todos empezaron a salir. Los únicos que no
sabíamos como era esa movida éramos nosotros, claramente. Y sucede que todo
esto lo hacen 4 veces por día. El templo
abre y cierra a determinada hora para que puedan ver al dios. La gente entra lo
ve y tiene que salir. A esperar a la próxima hora en que se vuelvan a abrir las
puertas.
Salimos del
templo y se viene el momento del día. El casillero 79 sólo tenía las zapatillas
de Diego, las mías no estaban. A nadie más le faltó su calzado y todos se
mostraban excesivamente sorprendidos de que mi calzado no estuviese. Me
llevaban a revisar toda montaña de zapatos que había alrededor, tenían que estar
decían, pero no estaban. Fue extraño la
verdad pero nos acercamos el mercado y compramos unas ojotas para poder volver
al hotel. Muchos se acercaron a ayudar y hasta me querían dar plata para
comprar calzado nuevo. No entendían porque yo me angustiaba, porque claro que
me dio cierta bronca, y me hacían un gesto con su mano como diciendo “déjalo ir”…
Y justamente eso es algo que me plantié aprender en este viaje desde un
principio, dejar ir, soltar, y seguir adelante.
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